Ser, creer, vivir

Hace varios años leí un librito (muy grande por la profundidad de su contenido)
escrito por el filósofo y experto en semiótica de la Universidad de Bolonia,
Umberto Eco (1927-2012), y el cardenal jesuita, obispo de Milán, Carlo María
Martini (1932-2016), titulado “¿En qué creen los que no creen?”, basado en el
intercambio epistolar trimestral que ambos sostuvieron con absoluta libertad
dialéctica en la revista italiana “Liberal” entre marzo de 1995 y enero de 1996. En
cada epístola abordaron de manera magistral asuntos sobre el sentido último de
la historia, el inicio de la vida humana y la fundamentación de la ética y la moral.
Umberto Eco fue el más grande pensador europeo de su época, mientras el
cardenal, dos veces candidato al papado, era mencionado como el teólogo del
diálogo y el cardenal progresista que mejor representaba a la iglesia moderna,
llena de dudas y empatía con el próximo. Dos grandes eruditos dialogaron desde
sus posturas ante la vida de increencia y de fe, con gran altura y respeto a las
ideas del otro, sobre temas esenciales de la vida del ser humano para beneplácito
del mundo intelectual de la segunda mitad de los noventa y con plena vigencia al
día de hoy.
Dialogaron sin que se tratara de la verdad de cada quien, sino de la verdad a
secas, uniendo sus esfuerzos para buscar esa verdad juntos, aun cuando sus
posturas pudiesen parecer antagónicas. Los temas del diálogo, en lo que forma la
primera y medular parte del libro, se refiere a los confines de la vida humana
según el desafío tecnológico y y la tradición teológica, al aborto y principio y fin de
la vida humana, al sacerdocio y el papel de la mujer en el sentido de la fe, y las
bases sobre las que se sustenta la ética y la moral.
El intercambio invita a la reflexión y, a la vez, a fijar una posición en el debate o a
disfrutar el sentido sustancial de las ideas y sus formas de expresión. Tales
disertaciones entran en la médula de los principales problemas del ser humano
actual que vive tiempos de crisis, de cambios vertiginosos, de profundas dudas
acerca del sentido de la vida. El propio cardenal, en una tarea bastante
complicada, recapituló algunos puntos determinantes a manera de conclusión, lo
que constituye la tercera parte de la obra.
El interés que despertó entre los lectores, los intelectuales, los creyentes y los no
creyentes, así como la trascendencia obtenida en la prensa de Italia y Europa
durante el año del intercambio entre Eco y Martini, se hizo aconsejable ampliar la

discusión a otros interlocutores que se consideraron implicados en los temas y
ellos fueron dos filósofos, dos periodistas y dos políticos para que sus comentarios
conformaran la segunda parte del libro. Como ya dije, la Recapitulación del
cardenal Martini fue la tercera parte de la obra.
No ser religioso ¿significa no creer en nada? La lógica, el libre pensamiento, la
ciencia ¿llenan el vacío existencial de las personas? ¿O con qué otra esencia el
hombre se siente pleno? Por otro lado el pensamiento desarrollado no se pierde
en los razonamientos emocionales y poco confiables. El hombre contemporáneo
hace esfuerzos por separar el sentido religioso de su vida, de los conflictos
suscitados por las acciones de la burocracia eclesiástica.

gnietoa@hotmail.com